Alvin y Heidi Toffler en estos cuatro capítulos de su libro “La Tercera Ola”, analizan de manera magistral las situaciones que presenta hoy día la educación en el mundo globalizado respecto a todo el sistema, filosofía, visión, misión, enfoques,... con la perspectiva y las tendencias que las TIC’s han impuesto sobre el sistema de cosas en nuestras sociedades. Sociedades que han sido evolucionado desde los sistemas de la sociedad agrícola y luego de la sociedad industrial a la sociedad tecnológica intelectual que vivimos. Las mismas necesitan de presunciones, necesitan anticiparse a cambios (porque sus transformaciones son constantes y sucesivas), necesitan vivir con proyecciones de lo que pudieran ser las cosas, necesitan apropiarse en definitiva de su futuro.
Como lo hemos expuesto muchas veces en esta maestría y ahora lo reitera este texto, todavía preparamos ciudadanos con visión del pasado para abordar temas, dirigir nuestras sociedades,... y tener misión (es) en el futuro. Capacitamos personas que conducirán la vida de las sociedades futuras con herramientas, destrezas y habilidades que sirven al presente o bien al pasado. Sin embargo, no las condicionan a proyectar las posibles opciones de futuros que pudieran darse en los diferentes aspectos del conocimiento en que pudieran desarrollarse. Nuestros sistemas educativos siguen sirviendo a esas necesidades de las sociedades que ya no existen más.
Se transforman los contextos, surgen nuevas tecnologías, se adoptan y adaptan las TIC’S, pero el concepto educativo, la esencia de una “nueva” filosofía educativa que responda a las necesidades previstas para el futuro, son los ausentes en todos estos cambios que se experimentan. Esta sociedad en constante proceso de transición promueve que las personas que hoy somos y que tenemos vocación de formar, todavía no podamos poseer ni mucho menos consolidar las capacidades requeridas para nuestra misión en el futuro. Hemos sido y estamos formando profesionales con mayor eficiencia y eficacia pero para esa sociedad industrial que está en proceso de extinción.
Lo más grave de todo esto es que si estas experiencias se viven en países desarrollados a la vanguardia del desarrollo de todos los sistemas educativos, como brillantemente exponen los autores, ¿qué pudiéramos pensar de lo que sucede en nuestro país que siempre está en constante intento de desarrollo?. Desarrollo que no acaba de lograrse y que presenta visos de que difícilmente se verá en corto o mediano plazo.
¿Cuál es el camino a seguir para encaminar la educación dominicana a mejores destinos? O bien, ¿Qué podemos hacer para lograr esa cosmovisión, ese aprender a aprender, esa transformación de la cultura educacional dominicana con miras a lo que pudiera esperarse del futuro?. ¿Podríamos establecer como dicen los Toffler, un nuevo docente como lo es el “padre educador”?, ¿Podrá el sistema educativo hacer una transformación tal que se creen las asignaturas del mañana?. Todavía debemos pensarlo y analizarlo. Sin embargo, ya hemos experimentado casos (no sistemáticos) como los que plantean de la educación móvil, los adultos mentores, la educación para toda la vida y cambios en las técnicas docentes que pudieran servir para generar un nuevo esquema de educación de caras al futuro.
Por supuesto a la vez debe buscarse y lograrse un equilibrio de cosas, produciendo una constante evaluación de lo que hacemos para no caer en los posibles extremos que estas situaciones de cambios generan en los grupos sociales.
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